Por Lucía Luque Yuste
Durante los últimos años, la universidad ha sido el laboratorio natural de los algoritmos que hoy hacen posible la inteligencia artificial. En los centros es de donde se ha sacado gran parte del conocimiento que ha dado pie a los modelos más avanzados de IA. Desde estos laboratorios, se está intentando ir un paso más allá: llevar la IA hacia las empresas de manera real y transformadora.
Las grandes tecnológicas tienen una capacidad de inversión que, a día de hoy, las universidades no pueden igualar. Eso ha hecho que en los últimos años han liderado el desarrollo de los modelos más sofisticados. Sin embargo, las universidades siguen siendo esenciales por una razón: son quienes entienden mejor cómo funciona esta tecnología, hacia dónde puede ir y cómo aplicarla con sentido. No solo investigan, sino que también forman talento, exploran los límites éticos y sociales de la IA, y generan conocimiento que puede transferirse directamente al tejido empresarial.
Esto está comenzando a suceder. En muchos campus españoles, por ejemplo, ya se están tejiendo redes de centros, departamentos y laboratorios dedicados a investigar y aplicar inteligencia artificial en contextos concretos como la medicina, la industria agroalimentaria, el turismo o el sector automovilístico. Lo que se busca es que ese conocimiento no se quede solo en artículos científicos o en tesis doctorales, sino que se traduzca en soluciones reales que ayuden a las empresas a innovar, crecer y adaptarse.
Uno de los grandes desafíos en España es precisamente ese: que las empresas aún están lejos de incorporar la IA de forma extendida. La mayoría son pequeñas empresas, con recursos limitados, que no pueden permitirse grandes apuestas a largo plazo. A eso se suma que el perfil medio de la empresa española es menos innovador que el de otros países europeos. Pero ahí es donde la universidad puede ser un puente clave: no solo por su conocimiento, sino porque adapta ese conocimiento al nivel de madurez de cada empresa.
Las universidades están ofreciendo apoyo personalizado, desde la resolución de problemas concretos planteados por empresas, hasta el acompañamiento en la creación de startups tecnológicas. También ayudan a detectar talento entre los estudiantes e investigadores, dándoles herramientas para emprender y llevar sus ideas al mercado. Es decir, no se trata sólo de investigar por investigar, sino de dar pasos hacia una transferencia de conocimiento efectiva.
Centros como el de Inteligencia Artificial de la Universidad de Valladolid, el AI LAB de Málaga o el nuevo centro de la Universidad Carlos III de Madrid están creando entornos colaborativos donde la IA se conecta directamente con las necesidades del mercado. A esto se suma el impulso de programas de becas, cátedras y financiación específica para investigaciones aplicadas. Todo con un objetivo claro: democratizar el acceso a la inteligencia artificial y que no sea solo cosa de grandes corporaciones con músculo económico.
Pero no basta con crear tecnología. También hay que pensar en cómo se aplica, qué impacto tiene en la sociedad y cómo garantizar que su desarrollo sea ético y sostenible. Las universidades están liderando esa reflexión, que es igual de importante que el propio avance técnico. No podemos hablar de un futuro inteligente si no es también un futuro responsable.
Por eso, aunque las grandes empresas tecnológicas están a la vanguardia en términos de inversión y desarrollo, el verdadero impulso de la IA vendrá de sumar fuerzas. Universidades, centros tecnológicos y empresas tienen que formar un ecosistema en el que el conocimiento fluya y se traduzca en valor. Las universidades no solo enseñan y descubren: también transforman. Y en esta transformación digital que vivimos, su papel vuelve a ser, como lo fue al principio, absolutamente fundamental.
En definitiva, si queremos que la inteligencia artificial llegue de verdad a las empresas, no podemos dejarlo solo en manos de gigantes globales. Necesitamos apostar por nuestros laboratorios, por nuestros investigadores y por un modelo donde la innovación no se mida sólo por lo que se invierte, sino por el impacto real que genera en la vida de las personas. Porque ahí es donde la inteligencia se convierte, por fin, en algo verdaderamente útil.
Referencias:
- Pérez-Barco, M. J. (2025, abril 20). Los ‘laboratorios algorítmicos’ buscan conexión para elevar la IA hacia las empresas. ABC. https://www.abc.es/economia/laboratorios-algoritmicos-buscan-conexion-elevar-ia-empresas-20250421201659-nt.html
- Iborra, J. (2025, marzo 31). Del laboratorio a la IA: cómo los algoritmos están acelerando el desarrollo de nuevos medicamentos. ConSalud. https://www.consalud.es/salud35/internacional/laboratorio-ia-como-algoritmos-estan-acelerando-desarrollo-nuevos-medicamentos_155237_102.html