Hace poco he tenido la suerte de asistir a unas conferencias de Akira Yamada (comunicación personal, 12 de marzo de 2025), diplomático japonés especializado en la cultura pop del país. En ellas, el ponente mencionaba al icónico Astroboy (Tetsuwan Atomu, creado por Osamu Tezuka, 1952) y cómo ha influenciado la concepción japonesa sobre nuevas tecnologías como los robots o la inteligencia artificial y su inclusión en el entorno laboral y social. Por supuesto, este no es el único factor que favorece la acogida de la tecnología en el país, también influyen creencias tradicionales animistas como los tsukumogami, objetos que desarrollan una conciencia y se convierten en espíritus tras largos años de uso, o los karakuri, elaborados autómatas que aparecieron ya en el siglo XVII y se consideran habitualmente precursores de los robots.
De vuelta a este pequeño androide, Astroboy se plantea preguntas como qué es la humanidad o qué es la ciencia, llegó a conmover a una generación y refleja cómo la sociedad japonesa comenzaba a ver a los robots, que ahora acepta con mucho mayor gusto la llegada de compañeros de trabajo robots, virtuales o el aprovechamiento de la inteligencia artificial. Incluso comentaba el señor Yamada, que si se preguntara a los ingenieros robóticos japoneses actuales la razón de elegir su profesión, es probable que muchos contestaran que querían construir al niño robot.
IA, ética y sostenibilidad
Uno de los debates más relevantes en la actualidad es el de el uso ético de la inteligencia artificial, junto con sus aplicaciones en sostenibilidad y ecología. Como ya hemos establecido, el personaje de Osamu Tezuka, Astroboy, primero en manga (1952) y luego en formato animado (1963) planteó profundas preguntas sobre la humanidad, la ciencia y la ética, al tiempo que sentó las bases para una percepción única de la tecnología en Japón. Pero los ejemplos de integración con la tecnología en la cultura popular no acaban ahí. Uno de los más populares es probablemente el encantador gato cósmico Doraemon, pero también Digimon explora la colaboración entre humanos y criaturas digitales en un entorno virtual, o el personaje cyborg de One Piece, Franky, sin olvidar las adorables mascotas virtuales que son los tamagochis (si conseguías mantenerlos con vida).
Los ejemplos son muchos, y reflejan cómo el país ha abordado el tema desde una perspectiva práctica. La IA tiene el potencial de optimizar recursos, reducir emisiones y mejorar la eficiencia energética en sectores como la agricultura, la logística y la manufactura. En fábricas, hospitales y hogares, los robots son vistos como colaboradores que facilitan tareas y mejoran la calidad de vida. Esta humanización de la tecnología en general también ha permitido que la IA sea aceptada de manera más natural, sin el temor o la desconfianza que puede observarse en otras culturas (Robertson, 2018). Por ejemplo, en el campo de la agricultura, los sistemas basados en IA permiten monitorear cultivos y predecir cosechas con mayor precisión, reduciendo el desperdicio de agua y fertilizantes (Yoshida, 2021).
Sin embargo, la sostenibilidad de la IA no está exenta de desafíos. El entrenamiento de modelos de IA y su mantenimiento requiere una cantidad significativa de energía, lo que genera preocupaciones sobre su huella de carbono. Según un estudio de Strubell et al. (2019), el proceso de entrenamiento de un solo modelo de IA puede emitir tanto dióxido de carbono como cinco automóviles durante su vida útil. Japón ha respondido a este reto impulsando el desarrollo de centros de datos más eficientes y promoviendo el uso de energías renovables para alimentar estas infraestructuras.
Además, el país ha implementado políticas que fomentan la creación de algoritmos más eficientes, capaces de realizar tareas complejas con menos recursos. Este enfoque no solo reduce el impacto ambiental, sino que también alinea la tecnología con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas (UNESCO, 2020).
El futuro de la IA: colaboración y responsabilidad
Japón ha demostrado que la inteligencia artificial puede ser una aliada en la búsqueda de un futuro más sostenible, siempre que se utilice de manera responsable. La clave está en equilibrar la innovación con la ética y la ecología. Para ello, es fundamental que empresas, gobiernos y sociedad civil trabajen juntos en la creación de marcos regulatorios que aseguren un uso justo y eficiente de la tecnología.
En este sentido, pese a que la percepción de la IA en Japón es resultado de una combinación única de cultura, innovación y responsabilidad, el país nipón ofrece un interesante modelo de cómo integrar la tecnología en la vida cotidiana, sin perder de vista sus implicaciones sociales y ambientales.
Esto pone a su vez de manifiesto las diferencias de percepción según cada cultura a la hora de implementar la inteligencia artificial en distintos campos que exploramos en Percepciones de la IA en distintos países y la importancia de la comunicación sobre el funcionamiento de la IA para mejorar su aceptación, tal como se menciona en los artículos de la serie «¿Cómo percibimos el arte de la inteligencia artificial?», Personas vs. inteligencia artificial, Galería de arte online y Los ojos lo dicen todo.
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Referencias
Robertson, J. (2018). Robo Sapiens Japanicus: Robots, Gender, Family, and the Japanese Nation. University of California Press.
Strubell, E., Ganesh, A., & McCallum, A. (2019). Energy and Policy Considerations for Deep Learning in NLP. Proceedings of the 57th Annual Meeting of the Association for Computational Linguistics.
UNESCO. (2020). Artificial Intelligence and Sustainable Development. Recuperado de https://unesdoc.unesco.org
Yamada, A., Curso temático: cultura pop de Japón [comunicación personal, 12 de marzo de 2025]. Centro Cultural Hispano Japonés. https://www.centrojapones.es/curso-tematico-032025/
Yoshida, K. (2021). AI in Japanese Agriculture: Challenges and Opportunities. Journal of Sustainable Technology, 12(3), 45-58.
